“La Revolución
no se hace, se organiza.” - Lenin
Al recordar el
centenario de la Revolución Socialista de Octubre, es importante desde los
Partidos y Organizaciones Marxistas-Leninistas sistematizar las lecciones que
semejante hito nos dejó para las luchas actuales.
Los debates que
hoy para el Socialismo del Siglo XXI parecen ser novedosos, fueron objeto de
debate hace más de un siglo, separando a los bolcheviques de las diversas
tendencias revisionistas. Fue importante el proceso de discusión dentro del
Partido Obrero Social Demócrata Ruso (POSDR) entre 1903 y 1917, de la
Revolución de 1905, la de Febrero 1917 y la Revolución Socialista de Octubre.
Son muchos los temas de discusión: desde lo nacional, el papel del campesinado,
la táctica revolucionaria, la política parlamentaria, la prensa partidaria,
etc. En este momento nos enfocaremos en dos puntos fundamentales: la
caracterización de la revolución (por lo tanto el papel del proletariado) y la
organización partidaria. Así mismo analizaremos como las lecciones aprendidas
en la Revolución de Octubre han influido en las luchas populares de Bolivia y
cómo orientan nuestro horizonte en el contexto actual.
El Papel del
Proletariado en la Revolución
En 1898, Lenin
había señalado las características generales del incipiente desarrollo
capitalista y las complejas relaciones de propiedad y producción en las
tierras, en su texto El Desarrollo del Capitalismo en Rusia, mientras la clase
obrera lograba cada vez mayor organización. El atraso del desarrollo
capitalista en Rusia fue notorio frente al de los demás estados-nacionales
europeos, así como su arcaica superestructura política del zarismo absolutista.
En las pugnas por el reparto territorial, la Rusia zarista entra en guerra con
Japón, empeorando las ya paupérrimas condiciones de vida de las mayorías
explotadas.
La naciente
burguesía rusa aspiraba a mayores espacios de poder estatal, mientras el
proletariado se alzaba en huelgas y protestas reprimidas de forma brutal
(‘Domingo Sangriento’ entre otros). El POSDR se encontraba dividido entre
mencheviques y bolcheviques, cada quien con tácticas de lucha distintas debido
a las distintas caracterizaciones de la revolución en curso.
Respecto al
papel del proletariado en las revoluciones burguesas, Lenin indica que: “El
marxismo no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución
burguesa, a no participar en ella, a entregar su dirección a la burguesía, sino
que enseña, por el contrario, que debe participar del modo más enérgico y más
decidido en la lucha por el democratismo proletario consecuente, en la lucha
por llevar a término la revolución.” (Lenin, t. VIII, pág. 58)
Profundiza el
planteamiento de la participación activa del proletariado indicando que éste
debe asumir el papel de dirección: “El desenlace de la revolución depende del
papel que desempeñe en ella la clase obrera: de que se limite a ser un mero
auxiliar de la burguesía, aunque sea un auxiliar poderoso por la intensidad de
su empuje contra la autocracia, pero políticamente impotente, o de que asuma el
papel de dirigente de la revolución popular.” (Lenin, t. VIII, pág. 32)
Para el mes de
abril 1917, Lenin lanza las Tesis de Abril, en las que plantea que: “La
peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera
etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el
proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda
etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres
del campesinado.” (Lenin, Obras Escogidas t. II, pág. 17). De este modo desnuda
el carácter capitalista e imperialista del gobierno provisional y plantea el
gobierno de los Sóviets como superación de la primera fase de la revolución,
terminando con la guerra imperialista y dando una respuesta real a las
exigencias populares.
La composición
mayoritaria de proletarios y campesinos en las luchas democráticas es apropiada
por la burguesía si el proletariado no cuenta con una dirección política propia
con fuerza suficiente. Stalin indica que: “La burguesía de todos los países y
naciones sabe apropiarse muy bien de los frutos obtenidos en victorias que no
son suyas, sabe muy bien sacar las castañas del fuego con manos ajenas. Jamás
ha sentido deseos de arriesgar su situación relativamente privilegiada en una
lucha contra un enemigo fuerte, una lucha que todavía no es tan fácil de
ganar.” (Stalin, t. I, pág. 21)
En Bolivia, las
mayorías trabajadoras, campesinas y pueblos indígenas llevan siglos de luchas
contra el colonialismo, el feudalismo y el capitalismo, tiempo en el cual han
asumido conciencia de la necesidad de la dirección política. Después de la
guerra por la independencia frente a la corona española, los dirigentes otrora
realistas usurparon los espacios de poder de la naciente República relegando a
las mayorías que habían luchado al olvido. En la Guerra Federal de 1900, las
fuerzas liberales que se habían aliado con los indígenas de Zárate Willka encarcelaron
al líder originario y mantuvieron las formas feudales de explotación. Las
distintas fracciones de las clases dominantes siempre han utilizado la fuerza
de lucha de los explotados para resolver sus conflictos entre sí.
Similar fue la
experiencia de la Revolución Nacional de 1952, en la que las milicias de
obreros y campesinos derrotan a las Fuerzas Armadas para entregar el poder al
MNR de Víctor Paz Estensoro, cuyo gobierno, bajo presión de las masas,
aplicaría medidas tibias (aprobadas por el imperialismo yanqui) como ser el
voto universal, la reforma agraria y la ‘nacionalización’ de las minas.
Para 1970, ante
un intento de golpe militar fascista, la Central Obrera Boliviana (COB) convoca
a una huelga general y se proclama al General Juan José Torres como Presidente.
En el gobierno de J.J. Torres las organizaciones populares convocan a la
Asamblea Popular, como órgano incipiente de poder popular. La COB, en su Tesis
Socialista de 1970, llegaría a la conclusión de que: “Comprobamos en carne propia
que los procesos democráticos y nacionalistas que no son dirigidos por el
proletariado y transformados en proceso socialista, concluyen siempre en
frustración y derrota… Las nacionalizaciones hechas por tales gobiernos, del
mismo modo que su lenguaje al rojo vivo del primer periodo de oposición contra
el imperialismo y la reacción concluyeron siempre siendo reemplazados por el
pedido de perdón por su pasado antiimperialista.”
En nuestro país,
la acumulación de fuerzas en la lucha contra el modelo neo-liberal, implantado
desde 1985, tiene como puntos álgidos la Guerra del Agua en Cochabamba (2000) y
la Guerra del Gas (2003). La Guerra del Gas deja como programa la Agenda de
Octubre que plantea la nacionalización de los hidrocarburos, la expulsión de
las trasnacionales y la convocatoria a Asamblea Constituyente.
Después de que
huyera del país Gonzalo Sánchez de Lozada, el cabildo bajo dirección del MAS,
ante el conflicto social que iba en acenso, dictaminó la sucesión
constitucional. En 2005 es electo presidente, con una mayoría histórica, Evo
Morales, con el apoyo de gran parte de la izquierda tradicional (PCB, PCmlm,
sectores del ELN, sectores del PS-1).
A más de una
década del gobierno del MAS aún queda inconclusa la Agenda de Octubre. La
‘nacionalización’ de Evo ha significado la compra de acciones y suscripción de
contratos de servicio con las mismas empresas trasnacionales; la Asamblea
Constituyente concluyó con un texto constitucional pactado con la oposición
derechista en el Senado. Hubo una política de represión estatal hacía los
movimientos populares: discapacitados, estudiantes, maestros, indígenas,
trabajadores. La política de corporativización de los movimientos sociales
apunta a debilitar la resistencia popular.
El crecimiento
del capital financiero y los beneficios implementados (bono de exploración)
para las empresas trasnacionales coinciden con el incremento constante de la
deuda externa del país bajo el discurso de ‘socios, no patrones’.
“Es imposible
impulsar la revolución y conquistar la independencia total de las colonias y de
los países dependientes desarrollados en el sentido capitalista sin aislar a la
burguesía nacional conciliadora, sin liberar a las masas revolucionarias
pequeñoburguesas de la influencia de esta burguesía, sin aplicar la política de
hegemonía del proletariado, sin organizar a los elementos avanzados de la clase
obrera en un Partido Comunista independiente.” (Stalin, t. VII, pág. 70)
El papel del
proletariado en las Revoluciones es determinante en el rumbo de la revolución.
La responsabilidad de tener una caracterización correcta de la realidad y
trazar las líneas estratégicas y tácticas la tiene el Partido del proletariado.
La política de seguidismo acrítico y de justificación que han asumido las
tradicionales organizaciones de izquierda (con la salvedad del trotskismo),
durante el gobierno del MAS, demuestra su papel servil a la burguesía nacional.
En un contexto
internacional de contradicciones interimperialistas entre distintos bloques, no
es de extrañarse que en la política nacional existan contradicciones entre
fracciones de la burguesía. Durante el gobierno del MAS, la pugna entre la
vieja burguesía ligada a la ‘media luna’ (fundamentalmente agro-industrial y
financiera) y la nueva burguesía en auge (comercial, minera, etc.), ha dado
lugar a un pacto (nueva Constitución Política del Estado aprobada entre MAS y
PODEMOS) en el que el gobierno de Evo busca mantener las condiciones de
‘bonanza’ para las clases dominantes.
El Partido
Comunista Revolucionario de Bolivia nace en un acto de reivindicación de los
principios marxistas-leninistas y de posición clasista, frente a la política
conciliadora y seguidista del viejo Partido Comunista.
Como Partido
caracterizamos el capitalismo en nuestro país como abigarrado por su coexistencia
con modos de producción secundarios (semifeudal, comunitario, etc.), por el
atraso tecnológico y la dependencia económica. Consideramos que las tareas
democrático burguesas pendientes no pudieron ser completadas ni por la
Revolución del 52, ni por el proceso de cambio; debe ser la clase obrera con el
poder popular quien enfrente esas tareas junto a la construcción del socialismo
en Bolivia.
El papel de los
trabajadores, campesinos, capas medias explotadas y los pueblos indígenas de
Bolivia es conquistar el poder para construir una nueva sociedad; hemos
aprendido que el papel de auxiliar sumiso a fracciones ‘de avanzada’ o
‘progresistas’ de la burguesía lleva a un solo destino – la frustración de los
revolucionarios ante las traiciones de la burguesía. Para conquistar una nueva
sociedad hace falta la construcción de una herramienta fundamental – el
Partido.
El Partido
Hoy las
tendencias diversas del revisionismo y reformismo nos hablan del papel de los
movimientos sociales como supuesta superación de los partidos de vanguardia.
Estos planteamientos no son novedosos: durante los años de debate interno en el
POSDR, se discute el papel y las características del Partido: “los mencheviques
van alejándose cada vez más de la revolución. Se convierten en liquidadores,
exigen la liquidación, la destrucción del Partido clandestino, revolucionario,
del proletariado, se apartan cada vez más abiertamente del programa del Partido
y de sus tareas y consignas revolucionarias, e intentan organizar su propio
partido, un partido reformista.” (Stalin, t. XIV, pág. 75)
El intento de
‘liquidar’ el Partido mediante la incorporación acrítica al aparato
gubernamental, como lo han hecho diversas organizaciones de izquierda en
Bolivia, es una traición a los principios marxistas-leninistas (para los
revisionistas esta traición no constituye una novedad sino un modus operandi).
Para los
comunistas bolivianos, la construcción de nuestro Partido – el PCRB es una
tarea fundamental.
Esta
construcción partidaria debe realizarse con una comprensión clara de la esencia
del Partido, como unidad monolítica con aspiración de la toma del poder y
actividad conspirativa: “Tiene su propio programa (objetivos inmediatos y
finales del movimiento), su propia táctica (métodos de lucha) y sus propios principios
de organización (forma de agrupación). La unidad de principios programáticos,
tácticos y de organización constituye la base sobre la que se edifica nuestro
Partido… Esto significa que puede llamarse miembro... a quien acepte el
programa de dicho Partido, le preste ayuda material y participe en una de sus
organizaciones.” (Stalin, t. I, pág. 65-67)
Frente a los
modernos mencheviques y socialdemócratas se nos plantea una tarea difícil. Los
gobiernos ‘progresistas’ se han empeñado por desgastar los términos y conceptos
marxistas levantando falsas banderas de socialismo, revolución y patria. Hoy
nos toca denunciar la esencia capitalista de los procesos de cambio y demostrar
nuestra consecuencia en la construcción de una alternativa real para nuestros
países – la revolución y el socialismo.
A un siglo de la
Revolución Socialista de Octubre, debe quedar claro el papel del proletariado,
no como mero auxiliar de una revolución burguesa, sino como dirección política
hegemónica de la venidera revolución socialista, asumiendo las tareas
inconclusas de la revolución democrática y llevando de forma ininterrumpida la
revolución hacía el horizonte del poder popular y el socialismo.
Para cumplir con
el papel histórico que toca a la clase obrera, es necesario construir el
Partido bajo principios marxistas-leninistas, con centralismo democrático e
inquebrantable y unidad en torno al programa revolucionario, para organizar la
revolución, el poder popular y el socialismo.
21 Seminario
Internacional Problemas de la Revolución en América Latina. Quito- Julio 2017
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