La Revolución de
Octubre significó un salto gigantesco en la historia de la humanidad y sus
enseñanzas, a partir de sus particularidades, son de validez universal. Lo
mismo podemos decir de la Revolución China, la Revolución Cubana y demás
revoluciones triunfantes del Siglo 20.
El gran cronista
de la Revolución Rusa, John Reed, resumiendo esos días que estremecieron al
mundo, afirmó: “Los bolcheviques conquistaron el poder, no a través de
compromisos con las clases dominantes o con otros líderes políticos, ni
resignándose con el viejo mecanismo de gobierno. Pero tampoco mediante la
violencia organizada de una pequeña camarilla. Si las vastas masas de la
población rusa no hubieran estado listas para la insurrección, ésta habría
fracasado. La única razón del inmenso éxito de los bolcheviques reside en que
cumplieron los profundos y simples deseos de las más vastas capas de la
población llamándolas al trabajo para destruir y barrer lo viejo, para erigir
luego con ellas, sobre el polvo de las ruinas demolidas, el armazón del mundo
nuevo”.
Plena vigencia
tienen estos conceptos sobre la necesidad de la destrucción revolucionaria del
Estado, la importancia de un partido como estado mayor del proceso
revolucionario, y de un nuevo Estado basado en la democracia profunda de los
soviets en medio de una aguda disputa por el poder. El propio Lenin advirtió
sobre la encarnizada lucha de clases que se abría en esta etapa de la construcción
de un Estado democrático de nuevo tipo cuando escribió en 1918 “En toda
revolución profunda, lo normal es que los explotadores, que durante bastantes
años conservan de hecho sobre los explotados grandes ventajas, opongan una
resistencia larga, porfiada y desesperada... El paso del capitalismo al
comunismo llena toda una época histórica. “Mientras esta época histórica no
finalice, los explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de
restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración”.
Que la
Revolución Rusa estremeció al mundo lo testimonia la gigantesca oleada
revolucionaria que se extendió por todos los continentes. En nuestro país,
Argentina, distante 20 mil kilómetros de Rusia, las masas sintieron
profundamente el impacto de la victoria de los obreros y campesinos rusos y
protagonizaron extraordinarios combates, como la Semana de Enero de 1919, o las
huelgas de la Patagonia en 1921, ente muchas otras. El secretario general del
PCR de la Argentina, Otto Vargas, reproduce en su libro El marxismo y la
revolución argentina el testimonio de uno de los principales dirigentes obreros
del Partido Comunista en los años 30 del siglo 20 en nuestro país, llamado
Pedro Chiarante “Un sol en la noche oscura, un relámpago que iluminó el camino.
Eso fue para nosotros, además de muchas otras cosas, la revolución de los
obreros, campesinos y soldados que derrocó definitivamente a la burguesía de un
país que casi no conocíamos llamado Rusia… Nos pareció la realización de un
sueño, de esos que uno cree que jamás se harán realidad”.
La época del imperialismo y las revoluciones
proletarias
La Revolución
Rusa triunfó cuando el capitalismo había entrado en su fase imperialista y se
abrió, como definió Lenin, la época del imperialismo y de la revolución
proletaria. Las burguesías imperialistas no sólo explotan a la clase obrera y
oprimen a los pueblos de sus países, sino que oprimen y saquean al mundo
entero, convirtiendo a la mayoría de los países del globo en colonias,
semicolonias y países dependientes. Todo esto lleva a la aguda disputa entre
los monopolios imperialistas y entre las potencias imperialistas por el control
del mundo. Esta época, que ha pasado por distintas etapas, continúa abierta.
Lenin señaló que
el imperialismo se caracterizaba políticamente por el desarrollo del
militarismo, el armamentismo, la violencia extrema contra la clase obrera y los
pueblos, la escisión del movimiento obrero y, muy particularmente, por la
guerra. Y sintetizó: “El imperialismo es la reacción en toda la línea”.
La disputa
interimperialista por el control del mundo generó en 1914 la Primera Guerra
Mundial. Durante la misma, el Partido Comunista (bolchevique) de Rusia dirigido
por Lenin condujo la insurrección armada de los obreros, campesinos y soldados
en octubre de 1917, que llevó al triunfo de la revolución socialista en Rusia.
La postura de
Lenin y los bolcheviques frente a la primera confrontación militar entre las
potencias imperialistas es fundamental en estos momentos en que crecen los
factores de guerra en el mundo y se pone en discusión si las fuerzas obreras y
populares deben oponerse a la guerra imperialista, o si deben tomar partido con
un bando contra el otro. Es conocido como los partidos socialistas europeos de
la Segunda Internacional se hundieron en la más abyecta traición a la clase
obrera al ponerse del lado de las burguesías de sus países. En cambio Lenin y
los bolcheviques se mantuvieron fieles al marxismo y al internacionalismo
proletario, planteando la línea de “cambiar de hombro el fusil” y transformar
la guerra imperialista en guerra civil contra su propia burguesía imperialista.
La importancia del Partido de vanguardia
Desde comienzos
del siglo veinte, Lenin luchó por la construcción de un Partido revolucionario
de la clase obrera. Un Partido guiado por la teoría marxista, independiente de
la burguesía y que deslindara campos con la socialdemocracia revisionista.
Construyendo su ejército revolucionario, y en una guerra civil revolucionaria
que se prolongó por más de tres años, millones de explotados realizaron la
epopeya histórica en la que, por primera vez en la historia de la humanidad, el
proletariado pudo sostener su dictadura (derrotando la resistencia de las
clases derrocadas, el asalto imperialista y el cerco contrarrevolucionario) y
comenzar a construir una nueva sociedad, confiscando la tierra a los
terratenientes y expropiando los medios de producción del gran capital.
La existencia de
un partido de vanguardia marxista-leninista fue decisiva para que el
proletariado conquistara y retuviera el poder, basándose en la alianza
obrero-campesina. La no resolución correcta de estas cuestiones significaría
trágicas derrotas del proletariado de varios países europeos en este período,
en particular del húngaro y del alemán.
Los aportes de
Lenin significaron una nueva etapa en el desarrollo del marxismo. El leninismo
es un desarrollo del marxismo en cuanto a la concepción del mundo –es decir, el
materialismo dialéctico y el materialismo histórico–; en cuanto a la teoría y
la táctica de la revolución en la época del imperialismo que incluye la teoría
de la hegemonía del proletariado en la revolución democrática; la dictadura del
proletariado y el partido proletario; y la doctrina de la construcción
socialista. Desde la revolución de octubre de 1917, bajo la dirección de Lenin
hubo 7 años de construcción en medio de la guerra contra la reacción,
experiencia inédita hasta entonces.
De Febrero a Octubre de 1917
Pasaron pocos
meses desde la Revolución de Febrero de 1917 que derrocó al zar, hasta la
Revolución de Octubre. En febrero las masas de Petrogrado salieron a las calles
encabezados por las mujeres reclamando pan, frente a la hambruna que había
dejado la guerra. El zarismo reprimió violentamente y los obreros se plantaron
frente a la guarnición militar que tenía 60 mil efectivos. Sobre el trabajo
previo, secreto, entre las tropas, de los bolcheviques, neutralizaron a los
soldados y asaltaron el arsenal de Petrogrado. El zar fue derrocado, y se
formaron nuevamente los soviets, esas formas organizativas que ya se habían
dado las masas en 1905.
Dichas formas
organizativas de delegados de los obreros, campesinos y soldados (campesinos en
armas), surgieron en plena insurrección de las asambleas en las secciones de
las fábricas, aldeas y unidades militares, que se extendieron a las ciudades y
el campo en toda Rusia, dando origen a los Soviets de Diputados (Consejo de
Delegados) que se constituyeron de hecho en un doble poder de democracia
directa en contraposición con el gobierno provisional burgués de tipo
parlamentario. Y sobre la base de los soviets se organizaron milicias en
reemplazo de la policía zarista. En muchos lugares los obreros obligaron a los
capitalistas a pagar las horas dedicadas a su entrenamiento y al servicio
público. Los bolcheviques impulsaron a fondo esta práctica y el armamento
general de hombres y mujeres, que las milicias confiscasen el pan y la leche a
los acaparadores y las viviendas desocupadas de los ricos y que los campesinos
tomasen directamente las tierras. Pero en los soviets todavía predominaba una
línea de presionar con las masas al gobierno provisional.
Este proceso
revolucionario entre febrero y octubre tuvo varias etapas. Hasta junio,
mientras existió de hecho el doble poder (el del gobierno provisional y el de
los soviets), se mantuvo la consigna de “todo el poder a los soviets”. Pero la
situación cambió al reiniciar el gobierno la guerra contra Alemania y los
partidos pequeñoburgueses traicionaron subordinando totalmente el Soviet al
gobierno reaccionario, avalando los fusilamientos en el frente y la represión
interna. A Lenin y los bolcheviques se les planteó entonces la necesidad de
encarar una nueva etapa, la de prepararse y preparar a las masas para la toma
del poder a través de la insurrección armada. Lo que llevó largos tres meses,
con Lenin y la mayoría de los dirigentes del Comité Central del Partido
Bolchevique en la clandestinidad.
Es en estos
meses, más precisamente entre agosto y septiembre, cuando Lenin escribe El
Estado y la Revolución, cuyo subtítulo era La doctrina marxista del Estado y
las tareas del proletariado en la revolución. En esta obra Lenin rebate a fondo
los argumentos revisionistas y burgueses sobre el Estado y plantea que la clase
obrera, para realizar su objetivo histórico de terminar con toda forma de
explotación, necesita destruir la máquina burocrático-militar construida por
las clases explotadoras. Casi 50 años después, Ernesto Che Guevara decía que
“frente a la realidad de hoy, el Estado y la revolución es la fuente
teórico-práctica más clara y fecunda de la literatura marxista”.
A propuesta de
Lenin el levantamiento armado empezó el 24 de octubre (según el viejo
calendario), antes de la inauguración del Congreso de los soviets. La
insurrección armada fue protagonizada por las masas de obreros y soldados. Y
triunfó de manera rápida porque se realizó en el momento preciso de mayor auge
revolucionario y de mayor debilitamiento y división en el gobierno provisional
burgués y en el conjunto de las clases dominantes. En una situación en que las
grandes masas ya reconocían, apoyaban y engrandecían a su partido de vanguardia
y éste ya había ganado la dirección de los soviets obreros y de los soldados en
Petrogrado y Moscú, y poseía gran fuerza en las principales guarniciones
situadas en la retaguardia y en la Marina de guerra.
El papel de los Soviets
Lenin, en 1918,
en el VIII Congreso del P.C.(b)R, advertía haciendo referencia a cómo había
sido ese primer año de construcción del Estado soviético que “el pasado nos
sujeta, nos retiene con mil manos”, y planteó un problema de fondo acerca de
quién gobierna en un Estado socialista: “Sólo podremos luchar contra la
burocracia hasta el final, hasta la victoria total, cuando la población toda
intervenga en la administración pública… hasta ahora no hemos conseguido que
las masas trabajadoras intervengan en la administración, pues además de las
leyes está el problema del nivel cultural, que no es posible supeditar a ley
alguna. Y el bajo nivel cultural hace que los soviets, que son por su programa órganos
de gobierno a través de los trabajadores, actúen en la realidad como órganos de
gobierno para los trabajadores, a través de la capa avanzada del proletariado,
pero no a través de las masas laboriosas”. Los subrayados son de Lenin.
Esta pelea
porque las masas protagonicen la dirección del nuevo Estado que se estaba
construyendo atravesó todos los aspectos del debate político, económico,
organizativo e ideológico en la URSS. En las zonas rurales, como planteó Stalin
en 1925, “la lucha por el poder político era encarnizada”, y los campesinos
ricos muchas veces trabajaban desde adentro para neutralizarlos. En las zonas
urbanas también se dio una dura batalla por la participación de las masas
trabajadoras en la toma de decisiones, Terminada la guerra civil, durante todas
las décadas del 20 y el 30 la línea oficial del PC (bolchevique) de la URSS fue
“vivificar a los soviets”, aunque con serias contradicciones y errores, que
permitieron a la burguesía derrotada mantener estrechas relaciones con el
aparato burocrático del Estado y que la derecha en el Partido y el Estado
contragolpeara.
Nuestro PCR en
la Argentina ha comprobado en una larga práctica en la lucha de clases, y
basados en la experiencia de la Revolución Rusa, que en momentos de auge
revolucionario el desarrollo de comités o comisiones de fábrica, y poderosos
cuerpos de delegados por sección pueden transformarse, en una situación
revolucionaria directa, en órganos de doble poder como “la institución
específica de la dictadura del proletariado” como planteamos ya en nuestro
Segundo Congreso en 1972, afirmando que la experiencia de esos combates de
clase “han enseñado el camino particular más probable que en el caso argentino
ha de recorrer la creación de esos organismos de poder revolucionario”. La práctica
posterior, con significativas puebladas como el Argentinazo, como llamamos a la
pueblada nacional que en el 2001 volteó al gobierno de Fernando De La Rúa, y la
Rebelión Agraria y Federal en el 2008, confirman este planteo.
El socialismo demostró su superioridad
Las clases
dominantes rusas, las potencias imperialistas y toda la prensa “seria” de la
burguesía creyeron que la Revolución caería rápidamente. De esto se hicieron
coro gran parte de los socialdemócratas. Largos y “sesudos” artículos en los periódicos,
así como discursos de los principales dirigentes políticos burgueses y
revisionistas vaticinaban el pronto derrumbe del gobierno que esa masa de
“harapientos y analfabetos” estaba construyendo. Mientras decían esto,
celebraban el cerco imperialista que se conformaba entre 14 países para
liquidar a la Rusia soviética, así como las reacciones de los burgueses y
monárquicos derrocados. Esta guerra civil y contra el cerco imperialista duró
tres años, durante los cuales los obreros y campesinos pobres, dirigidos por su
partido comunista, pusieron en marcha un nuevo Estado. Se liquidaron todas las
fuerzas armadas anteriores y se construyó el Ejército Rojo que se combinó en el
combate con las guerrillas que operaban en las zonas ocupadas. Se confiscó la tierra
de los terratenientes y se la entregó a los campesinos. Se expropió a los
grandes capitalistas. Se estableció el control obrero de la producción. Se
derogaron las leyes que sujetaban a la mujer a las normas patriarcales. Se
abrió una inmensa batalla contra el analfabetismo.
Winston
Churchill, en ese entonces ministro de Guerra y ministro del Aire inglés,
aseguraba en el Parlamento británico a mediados de 1919 que a comienzos del año
siguiente “no habría más poder soviético”. Se rompieron los dientes contra esos
millones de obreros y campesinos que sostuvieron con las armas en la mano su
gobierno. Como dijera Mao Tsetung, “los imperialistas tenían más erudición,
pero las masas explotadas e ignorantes tenían más verdad”.
La existencia de
un partido de vanguardia marxista-leninista fue decisiva para que el
proletariado conquistara y retuviera el poder, basándose en la alianza
obrera-campesina. La no resolución correcta de estas cuestiones significaría
trágicas derrotas del proletariado de varios países europeos en este período,
en particular del húngaro y del alemán.
Al dominar el
Estado y disponer de los medios de producción fundamentales, el proletariado
como clase pudo dirigir la lucha por revolucionarizar las relaciones de
producción, modificando las relaciones humanas en el proceso de trabajo y
decidiendo colectiva y democráticamente sobre el tiempo de trabajo social
necesario que los productores entregan a la sociedad y el tiempo libre de que
disponen y sobre la distribución del producto social. Todo esto como parte de
la lucha para “suprimir las diferencias de clase en general, para suprimir
todas las relaciones de producción en que estas descansan y todas las
relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción y para la
subversión de todas las ideas que brotan de esas relaciones sociales” . A la
muerte de Lenin (enero de 1924), Stalin defendió la dictadura del proletariado
y desarrolló sus enseñanzas.
En un plazo
histórico asombrosamente breve, en la URSS se creó una potente industria
moderna y se pasó de la mísera producción agrícola individual con arados de
madera a cooperativas (koljoses) y haciendas estatales (sovjoses) que reunían
cada una el trabajo de cientos de campesinos dotados de maquinaria y técnica
moderna. Terminaron con el analfabetismo que era del 75% y los hijos de los
obreros y de los campesinos accedieron a la enseñanza politécnica y
universitaria. Por primera vez en la historia de la humanidad una nación
opresora, Rusia, fue organizada en un plano de igualdad jurídica con las
naciones y pueblos oprimidos por el viejo imperio zarista. En la URSS se
reconocieron 169 etnias en distintos niveles de estructuras estatales:
Distritos Nacionales, Regiones Autónomas, Repúblicas Federadas y Repúblicas de
la Unión. Esta primera experiencia, si bien deformada por el peso en la cultura
y la hegemonía política, económica y militar rusa sobre el conjunto, significó
un gran avance para estos pueblos. Algunos por primera vez lograron que la
escritura de sus lenguas originarias fuera reconocida.
Mientras el
capitalismo era sacudido por la gran crisis de 1929-33 y decenas de millones de
trabajadores se hundían en la desocupación y la miseria, en la URSS, bajo la
dirección del Partido Comunista encabezado por Stalin, se terminaba con la desocupación
forzosa y se producía el gran salto cualitativo de la colectivización y la
industrialización. Este salto a la modernidad no solo fue logrado en un tiempo
increíblemente corto –diez años– sino también por un camino que liberaba a los
trabajadores del yugo del capital y ayudaba a los demás pueblos en lucha por su
emancipación nacional y social.
Durante la
Segunda Guerra Mundial, Stalin dirigió al Ejército Rojo y al pueblo soviético
que derrotó al imperialismo nazi-fascista de Hitler, e impulsó que el
Movimiento Comunista Internacional se constituyera en la fuerza principal y el
centro de un gran movimiento mundial de Frente Único Antifascista. Luego
dirigió la gigantesca movilización revolucionaria de las grandes masas obreras
y campesinas que posibilitó el verdadero “milagro” de la reconstrucción
soviética de posguerra, con un pueblo agotado, con miles de cuadros
revolucionarios y comunistas, así como los mejores hijos de la clase obrera
caídos en combate. En tres años los soviéticos lograron sobrepasar la
producción industrial de la preguerra. Estos fueron los principales méritos de
Stalin. Jerarquizar sus aciertos, no significa desconocer sus errores.
En su informe de
proyecto de Constitución de la URSS en 1936, Stalin señaló que en la Unión
Soviética habían desaparecido las clases explotadoras y que solo quedaban la
clase obrera, el campesinado y la intelectualidad, cuyas diferencias tendían a
desaparecer. Este a nuestro entender fue su error principal, porque llevó a
considerar, erróneamente, que la lucha de clases ya no existía en la URSS, que
el Estado bajo su conducción ya era estable y sólido, que la revolución
proletaria era irreversible y que el Partido era monolítico. Se abandonó la
lucha por continuar la transformación revolucionaria de las relaciones de
producción, y se pusieron todos los esfuerzos en la producción, en los
preparativos para enfrentar la guerra, subestimando la lucha política e
ideológica. Aunque con las limitaciones impuestas por sus errores teóricos,
Stalin polemizó en su último trabajo con la teoría que reduce la construcción
de la sociedad comunista a la lucha por un gran desarrollo de las fuerzas
productivas, y otras teorizaciones revisionistas que se impondrían luego del 20
Congreso del PCUS.
La restauración capitalista
Dentro de un
proceso signado por un gran protagonismo de masas en la construcción, la guerra
y la reconstrucción, contradictoriamente se fue negando la democracia grande de
las masas y el centralismo democrático dentro del Partido. Al negar la
existencia de la lucha de clases en la sociedad soviética, se ubicó que el
peligro de la restauración capitalista sólo podía venir de afuera, de la
intervención imperialista, y no se diferenciaron las contradicciones con el
enemigo de las existentes en el seno del pueblo, como expresión de la lucha de
clases en la sociedad. Esos errores en el abordaje de las contradicciones en el
seno del Partido y en el seno del pueblo llevaron a ampliar el radio del golpe
en la represión a los contrarrevolucionarios y también, a utilizar la represión
en contradicciones no antagónicas en el Partido y en el seno del pueblo.
También se pusieron de manifiesto rasgos chauvinistas y de exagerado
nacionalismo gran ruso, en su política, agravados durante y después de la
Segunda Guerra Mundial.
Estos errores,
en un complicado proceso, debilitaron la dictadura del proletariado e
impidieron ver que los remanentes de las clases explotadoras se entrelazaban
con una nueva capa burocrática privilegiada, que utilizaba sus posiciones en el
Partido y en el Estado para consolidar y ampliar sus privilegios, lo que llevó
a la conformación de una nueva burguesía.
El revisionismo
moderno concentra sus ataques en Stalin, ocultando así su traición a la
doctrina del marxismo-leninismo, doctrina que defendió Stalin, aun con sus
errores. Al atacar a Stalin como a un individuo que tuvo un enorme poder
dictatorial, como un criminal, el revisionismo jamás plantea el tema en
términos de clase y de lucha de clases. Desliga el concepto de democracia del
tipo de Estado y del contenido concreto de clase de éste. Así busca
desacreditar a la dictadura del proletariado y desorientar a las masas ante un
problema que escaparía a la lucha de clases, y por lo tanto ellas no podrían
cambiar.
Al mismo tiempo
los revisionistas buscan, con esa explicación, ocultar los errores reales del
Partido Comunista de la URSS en épocas de Stalin, errores que facilitaron la
restauración del capitalismo, y el surgimiento del socialfascismo y el
socialimperialismo en la URSS.
Posteriormente,
luego de la restauración capitalista en la URSS (1957) Mao Tsetung: retoma y
desarrolla la concepción elaborada por Lenin, señalando que: “La sociedad
socialista cubre una etapa histórica bastante larga; durante toda esta etapa
histórica, aun después de cumplida en lo fundamental la transformación
socialista del sistema de propiedad sobre los medios de producción, siguen
existiendo tanto las clases como las contradicciones de clase y la lucha de
clases; existe la lucha entre el camino socialista y el capitalista; existe el
peligro de restauración capitalista y existe la amenaza de subversión y
agresión por parte del imperialismo y el socialimperialismo”.
Conclusiones
La toma
revolucionaria del poder por los bolcheviques permitiría resolver las
cuestiones que no podía resolver un gobierno burgués por sus compromisos con
los terratenientes y los imperialistas, demostrando que solo bajo la dirección
revolucionaria del proletariado, con la revolución proletaria socialista, se
podían cumplir los objetivos democráticos burgueses, de barrer todos los
resabios medievales: la monarquía, los estamentos, las formas de propiedad y
usufructo de la tierra, la situación de la mujer, la religión y la opresión de
las nacionalidades. Tomen cualquiera de estos "establos de Augías", escribiría
Lenin cuatro años después, "y verán que nosotros los hemos limpiado a
fondo. En unas diez semanas, desde el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917
hasta que fue disuelta la Constituyente (5 de enero de 1918), hemos hecho en
este terreno mil veces más que los liberales y demócratas pequeñoburgueses
(mencheviques y socialistas revolucionarios) en los ocho meses que estuvieron
en el poder”.
Bajo la
dirección del proletariado, con la instauración del régimen soviético, la
revolución democrática burguesa se transformó en revolución socialista
proletaria, resolviendo de paso los problemas de la primera, como ninguna otra
revolución lo había hecho antes en la historia de la humanidad. Los dirigentes
de esas revoluciones habían prometido libertad, igualdad y fraternidad; habían
prometido acabar con todos los privilegios y desigualdades de sexo, de
religión, de razas, de nacionalidades, etc. Lo prometieron pero no lo
cumplieron, por lo que ya había avizorado Babeuf en el transcurso de la
Revolución Francesa de 1789 y sistematizaron Marx y Engels, en relación a la
experiencia de las revoluciones europeas de 1848-1850: porque se los impedía el
"respeto"... por la "sacrosanta propiedad privada".
"En nuestra revolución proletaria –escribió Lenin– no existió ese maldito
'respeto' por ese tres veces maldito medioevo y por esa 'sacrosanta propiedad
privada'." La consolidación de las conquistas democráticas para los
pueblos de Rusia requería que la revolución avanzase hacia el socialismo, y la
lucha proletaria revolucionaria determinó que la revolución socialista
proletaria rebasara a la revolución democrática burguesa, demostrando que no
había una muralla china entre ambas. "El régimen soviético –escribió
Lenin– es precisamente una de las confirmaciones evidentes de esta
transformación de una revolución en otra. Representa la máxima democracia para
los obreros y los campesinos, y al mismo tiempo, la ruptura con la democracia
burguesa, y la aparición de una nueva, la democracia proletaria o dictadura del
proletariado, de proyecciones históricas universales".
Mucho se han
esforzado los escribas de los terratenientes y de la burguesía y los
revisionistas de todo pelaje, por quitarle esa trascendencia a la Revolución
Rusa, desde decir que fue un accidente o un error, que la base económica no
daba para ello, hasta aceptando que fue históricamente inevitable –como
escribió hace 20 años Gorbachov (Clarín, 1º/11/97)– pero presentándola como
intrínsecamente maligna pues conllevaba el terror revolucionario, algo
"inmoral" desde la mentirosa moral terrateniente y burguesa, cuya
única democracia que acepta es la que le permita perpetuar su sistema. Tampoco
puede decirse que fue innecesaria, por la derrota sufrida 40 años después, pues
como escribió Lenin a cuatro años del triunfo de la Revolución: "Solo la
lucha decidirá en qué medida podremos (en fin de cuentas) avanzar, qué parte de
nuestro elevado objetivo lograremos realizar y qué parte de nuestras victorias
conseguiremos consolidar. Ya veremos. Pero desde ahora es evidente que –para un
país arruinado, atormentado, atrasado– se ha hecho muchísimo en cuanto a la
transformación socialista de la sociedad. (...) Nosotros hemos empezado. Poco
importa saber cuándo, en qué plazo, los proletarios de qué nación llevarán las
cosas a término. Lo importante es que se ha roto el hielo; que está abierto el
camino e indicada la dirección".
Y en ese camino
seguimos, desde el Partido Comunista Revolucionario de la Argentina, cuando
faltan pocos meses para que se cumplan 50 años de nuestra fundación, trabajando
para ser el estado mayor del proletariado y las masas populares en la lucha
revolucionaria contra sus enemigos: el imperialismo, los terratenientes y la
burguesía intermediaria, con el objetivo de conquistar el poder para realizar
la revolución democrática-popular, agraria y antiimperialista en marcha
ininterrumpida al socialismo; abriendo así el camino a nuestra meta final, la
sociedad sin explotadores ni explotados: el comunismo. En esta Revolución el
proletariado es la fuerza principal y dirigente. Su triunfo sólo será posible a
condición de que el frente único de los sectores populares, patrióticos,
democráticos y antiimperialistas basado en la alianza obrera-campesina y
hegemonizado por el proletariado y su Partido, destruya a través de la insurrección
armada del pueblo al Estado oligárquico imperialista y lo sustituya por un
poder popular revolucionario. La lucha por la revolución en la Argentina se
identifica y es parte de la lucha de todos los países de Latinoamérica,
uniéndose así a la lucha del proletariado y las naciones y pueblos oprimidos de
todo el mundo, en el camino del socialismo y el comunismo.
21 Seminario
Internacional Problemas de la Revolución en América Latina. Julio 2017
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