miércoles, 26 de julio de 2017

[ PCR/ Argentina] La Revolución de Octubre y sus lecciones para la lucha actual de los pueblos

La Revolución de Octubre significó un salto gigantesco en la historia de la humanidad y sus enseñanzas, a partir de sus particularidades, son de validez universal. Lo mismo podemos decir de la Revolución China, la Revolución Cubana y demás revoluciones triunfantes del Siglo 20.
El gran cronista de la Revolución Rusa, John Reed, resumiendo esos días que estremecieron al mundo, afirmó: “Los bolcheviques conquistaron el poder, no a través de compromisos con las clases dominantes o con otros líderes políticos, ni resignándose con el viejo mecanismo de gobierno. Pero tampoco mediante la violencia organizada de una pequeña camarilla. Si las vastas masas de la población rusa no hubieran estado listas para la insurrección, ésta habría fracasado. La única razón del inmenso éxito de los bolcheviques reside en que cumplieron los profundos y simples deseos de las más vastas capas de la población llamándolas al trabajo para destruir y barrer lo viejo, para erigir luego con ellas, sobre el polvo de las ruinas demolidas, el armazón del mundo nuevo”.
Plena vigencia tienen estos conceptos sobre la necesidad de la destrucción revolucionaria del Estado, la importancia de un partido como estado mayor del proceso revolucionario, y de un nuevo Estado basado en la democracia profunda de los soviets en medio de una aguda disputa por el poder. El propio Lenin advirtió sobre la encarnizada lucha de clases que se abría en esta etapa de la construcción de un Estado democrático de nuevo tipo cuando escribió en 1918 “En toda revolución profunda, lo normal es que los explotadores, que durante bastantes años conservan de hecho sobre los explotados grandes ventajas, opongan una resistencia larga, porfiada y desesperada... El paso del capitalismo al comunismo llena toda una época histórica. “Mientras esta época histórica no finalice, los explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración”.
Que la Revolución Rusa estremeció al mundo lo testimonia la gigantesca oleada revolucionaria que se extendió por todos los continentes. En nuestro país, Argentina, distante 20 mil kilómetros de Rusia, las masas sintieron profundamente el impacto de la victoria de los obreros y campesinos rusos y protagonizaron extraordinarios combates, como la Semana de Enero de 1919, o las huelgas de la Patagonia en 1921, ente muchas otras. El secretario general del PCR de la Argentina, Otto Vargas, reproduce en su libro El marxismo y la revolución argentina el testimonio de uno de los principales dirigentes obreros del Partido Comunista en los años 30 del siglo 20 en nuestro país, llamado Pedro Chiarante “Un sol en la noche oscura, un relámpago que iluminó el camino. Eso fue para nosotros, además de muchas otras cosas, la revolución de los obreros, campesinos y soldados que derrocó definitivamente a la burguesía de un país que casi no conocíamos llamado Rusia… Nos pareció la realización de un sueño, de esos que uno cree que jamás se harán realidad”.

La época del imperialismo y las revoluciones proletarias
La Revolución Rusa triunfó cuando el capitalismo había entrado en su fase imperialista y se abrió, como definió Lenin, la época del imperialismo y de la revolución proletaria. Las burguesías imperialistas no sólo explotan a la clase obrera y oprimen a los pueblos de sus países, sino que oprimen y saquean al mundo entero, convirtiendo a la mayoría de los países del globo en colonias, semicolonias y países dependientes. Todo esto lleva a la aguda disputa entre los monopolios imperialistas y entre las potencias imperialistas por el control del mundo. Esta época, que ha pasado por distintas etapas, continúa abierta.
Lenin señaló que el imperialismo se caracterizaba políticamente por el desarrollo del militarismo, el armamentismo, la violencia extrema contra la clase obrera y los pueblos, la escisión del movimiento obrero y, muy particularmente, por la guerra. Y sintetizó: “El imperialismo es la reacción en toda la línea”.
La disputa interimperialista por el control del mundo generó en 1914 la Primera Guerra Mundial. Durante la misma, el Partido Comunista (bolchevique) de Rusia dirigido por Lenin condujo la insurrección armada de los obreros, campesinos y soldados en octubre de 1917, que llevó al triunfo de la revolución socialista en Rusia.
La postura de Lenin y los bolcheviques frente a la primera confrontación militar entre las potencias imperialistas es fundamental en estos momentos en que crecen los factores de guerra en el mundo y se pone en discusión si las fuerzas obreras y populares deben oponerse a la guerra imperialista, o si deben tomar partido con un bando contra el otro. Es conocido como los partidos socialistas europeos de la Segunda Internacional se hundieron en la más abyecta traición a la clase obrera al ponerse del lado de las burguesías de sus países. En cambio Lenin y los bolcheviques se mantuvieron fieles al marxismo y al internacionalismo proletario, planteando la línea de “cambiar de hombro el fusil” y transformar la guerra imperialista en guerra civil contra su propia burguesía imperialista.
La importancia del Partido de vanguardia
Desde comienzos del siglo veinte, Lenin luchó por la construcción de un Partido revolucionario de la clase obrera. Un Partido guiado por la teoría marxista, independiente de la burguesía y que deslindara campos con la socialdemocracia revisionista. Construyendo su ejército revolucionario, y en una guerra civil revolucionaria que se prolongó por más de tres años, millones de explotados realizaron la epopeya histórica en la que, por primera vez en la historia de la humanidad, el proletariado pudo sostener su dictadura (derrotando la resistencia de las clases derrocadas, el asalto imperialista y el cerco contrarrevolucionario) y comenzar a construir una nueva sociedad, confiscando la tierra a los terratenientes y expropiando los medios de producción del gran capital.
La existencia de un partido de vanguardia marxista-leninista fue decisiva para que el proletariado conquistara y retuviera el poder, basándose en la alianza obrero-campesina. La no resolución correcta de estas cuestiones significaría trágicas derrotas del proletariado de varios países europeos en este período, en particular del húngaro y del alemán.
Los aportes de Lenin significaron una nueva etapa en el desarrollo del marxismo. El leninismo es un desarrollo del marxismo en cuanto a la concepción del mundo –es decir, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico–; en cuanto a la teoría y la táctica de la revolución en la época del imperialismo que incluye la teoría de la hegemonía del proletariado en la revolución democrática; la dictadura del proletariado y el partido proletario; y la doctrina de la construcción socialista. Desde la revolución de octubre de 1917, bajo la dirección de Lenin hubo 7 años de construcción en medio de la guerra contra la reacción, experiencia inédita hasta entonces.
De Febrero a Octubre de 1917
Pasaron pocos meses desde la Revolución de Febrero de 1917 que derrocó al zar, hasta la Revolución de Octubre. En febrero las masas de Petrogrado salieron a las calles encabezados por las mujeres reclamando pan, frente a la hambruna que había dejado la guerra. El zarismo reprimió violentamente y los obreros se plantaron frente a la guarnición militar que tenía 60 mil efectivos. Sobre el trabajo previo, secreto, entre las tropas, de los bolcheviques, neutralizaron a los soldados y asaltaron el arsenal de Petrogrado. El zar fue derrocado, y se formaron nuevamente los soviets, esas formas organizativas que ya se habían dado las masas en 1905.
Dichas formas organizativas de delegados de los obreros, campesinos y soldados (campesinos en armas), surgieron en plena insurrección de las asambleas en las secciones de las fábricas, aldeas y unidades militares, que se extendieron a las ciudades y el campo en toda Rusia, dando origen a los Soviets de Diputados (Consejo de Delegados) que se constituyeron de hecho en un doble poder de democracia directa en contraposición con el gobierno provisional burgués de tipo parlamentario. Y sobre la base de los soviets se organizaron milicias en reemplazo de la policía zarista. En muchos lugares los obreros obligaron a los capitalistas a pagar las horas dedicadas a su entrenamiento y al servicio público. Los bolcheviques impulsaron a fondo esta práctica y el armamento general de hombres y mujeres, que las milicias confiscasen el pan y la leche a los acaparadores y las viviendas desocupadas de los ricos y que los campesinos tomasen directamente las tierras. Pero en los soviets todavía predominaba una línea de presionar con las masas al gobierno provisional.
Este proceso revolucionario entre febrero y octubre tuvo varias etapas. Hasta junio, mientras existió de hecho el doble poder (el del gobierno provisional y el de los soviets), se mantuvo la consigna de “todo el poder a los soviets”. Pero la situación cambió al reiniciar el gobierno la guerra contra Alemania y los partidos pequeñoburgueses traicionaron subordinando totalmente el Soviet al gobierno reaccionario, avalando los fusilamientos en el frente y la represión interna. A Lenin y los bolcheviques se les planteó entonces la necesidad de encarar una nueva etapa, la de prepararse y preparar a las masas para la toma del poder a través de la insurrección armada. Lo que llevó largos tres meses, con Lenin y la mayoría de los dirigentes del Comité Central del Partido Bolchevique en la clandestinidad.
Es en estos meses, más precisamente entre agosto y septiembre, cuando Lenin escribe El Estado y la Revolución, cuyo subtítulo era La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución. En esta obra Lenin rebate a fondo los argumentos revisionistas y burgueses sobre el Estado y plantea que la clase obrera, para realizar su objetivo histórico de terminar con toda forma de explotación, necesita destruir la máquina burocrático-militar construida por las clases explotadoras. Casi 50 años después, Ernesto Che Guevara decía que “frente a la realidad de hoy, el Estado y la revolución es la fuente teórico-práctica más clara y fecunda de la literatura marxista”.
A propuesta de Lenin el levantamiento armado empezó el 24 de octubre (según el viejo calendario), antes de la inauguración del Congreso de los soviets. La insurrección armada fue protagonizada por las masas de obreros y soldados. Y triunfó de manera rápida porque se realizó en el momento preciso de mayor auge revolucionario y de mayor debilitamiento y división en el gobierno provisional burgués y en el conjunto de las clases dominantes. En una situación en que las grandes masas ya reconocían, apoyaban y engrandecían a su partido de vanguardia y éste ya había ganado la dirección de los soviets obreros y de los soldados en Petrogrado y Moscú, y poseía gran fuerza en las principales guarniciones situadas en la retaguardia y en la Marina de guerra.
El papel de los Soviets
Lenin, en 1918, en el VIII Congreso del P.C.(b)R, advertía haciendo referencia a cómo había sido ese primer año de construcción del Estado soviético que “el pasado nos sujeta, nos retiene con mil manos”, y planteó un problema de fondo acerca de quién gobierna en un Estado socialista: “Sólo podremos luchar contra la burocracia hasta el final, hasta la victoria total, cuando la población toda intervenga en la administración pública… hasta ahora no hemos conseguido que las masas trabajadoras intervengan en la administración, pues además de las leyes está el problema del nivel cultural, que no es posible supeditar a ley alguna. Y el bajo nivel cultural hace que los soviets, que son por su programa órganos de gobierno a través de los trabajadores, actúen en la realidad como órganos de gobierno para los trabajadores, a través de la capa avanzada del proletariado, pero no a través de las masas laboriosas”. Los subrayados son de Lenin.
Esta pelea porque las masas protagonicen la dirección del nuevo Estado que se estaba construyendo atravesó todos los aspectos del debate político, económico, organizativo e ideológico en la URSS. En las zonas rurales, como planteó Stalin en 1925, “la lucha por el poder político era encarnizada”, y los campesinos ricos muchas veces trabajaban desde adentro para neutralizarlos. En las zonas urbanas también se dio una dura batalla por la participación de las masas trabajadoras en la toma de decisiones, Terminada la guerra civil, durante todas las décadas del 20 y el 30 la línea oficial del PC (bolchevique) de la URSS fue “vivificar a los soviets”, aunque con serias contradicciones y errores, que permitieron a la burguesía derrotada mantener estrechas relaciones con el aparato burocrático del Estado y que la derecha en el Partido y el Estado contragolpeara.
Nuestro PCR en la Argentina ha comprobado en una larga práctica en la lucha de clases, y basados en la experiencia de la Revolución Rusa, que en momentos de auge revolucionario el desarrollo de comités o comisiones de fábrica, y poderosos cuerpos de delegados por sección pueden transformarse, en una situación revolucionaria directa, en órganos de doble poder como “la institución específica de la dictadura del proletariado” como planteamos ya en nuestro Segundo Congreso en 1972, afirmando que la experiencia de esos combates de clase “han enseñado el camino particular más probable que en el caso argentino ha de recorrer la creación de esos organismos de poder revolucionario”. La práctica posterior, con significativas puebladas como el Argentinazo, como llamamos a la pueblada nacional que en el 2001 volteó al gobierno de Fernando De La Rúa, y la Rebelión Agraria y Federal en el 2008, confirman este planteo.
El socialismo demostró su superioridad
Las clases dominantes rusas, las potencias imperialistas y toda la prensa “seria” de la burguesía creyeron que la Revolución caería rápidamente. De esto se hicieron coro gran parte de los socialdemócratas. Largos y “sesudos” artículos en los periódicos, así como discursos de los principales dirigentes políticos burgueses y revisionistas vaticinaban el pronto derrumbe del gobierno que esa masa de “harapientos y analfabetos” estaba construyendo. Mientras decían esto, celebraban el cerco imperialista que se conformaba entre 14 países para liquidar a la Rusia soviética, así como las reacciones de los burgueses y monárquicos derrocados. Esta guerra civil y contra el cerco imperialista duró tres años, durante los cuales los obreros y campesinos pobres, dirigidos por su partido comunista, pusieron en marcha un nuevo Estado. Se liquidaron todas las fuerzas armadas anteriores y se construyó el Ejército Rojo que se combinó en el combate con las guerrillas que operaban en las zonas ocupadas. Se confiscó la tierra de los terratenientes y se la entregó a los campesinos. Se expropió a los grandes capitalistas. Se estableció el control obrero de la producción. Se derogaron las leyes que sujetaban a la mujer a las normas patriarcales. Se abrió una inmensa batalla contra el analfabetismo.
Winston Churchill, en ese entonces ministro de Guerra y ministro del Aire inglés, aseguraba en el Parlamento británico a mediados de 1919 que a comienzos del año siguiente “no habría más poder soviético”. Se rompieron los dientes contra esos millones de obreros y campesinos que sostuvieron con las armas en la mano su gobierno. Como dijera Mao Tsetung, “los imperialistas tenían más erudición, pero las masas explotadas e ignorantes tenían más verdad”.
La existencia de un partido de vanguardia marxista-leninista fue decisiva para que el proletariado conquistara y retuviera el poder, basándose en la alianza obrera-campesina. La no resolución correcta de estas cuestiones significaría trágicas derrotas del proletariado de varios países europeos en este período, en particular del húngaro y del alemán.
Al dominar el Estado y disponer de los medios de producción fundamentales, el proletariado como clase pudo dirigir la lucha por revolucionarizar las relaciones de producción, modificando las relaciones humanas en el proceso de trabajo y decidiendo colectiva y democráticamente sobre el tiempo de trabajo social necesario que los productores entregan a la sociedad y el tiempo libre de que disponen y sobre la distribución del producto social. Todo esto como parte de la lucha para “suprimir las diferencias de clase en general, para suprimir todas las relaciones de producción en que estas descansan y todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción y para la subversión de todas las ideas que brotan de esas relaciones sociales” . A la muerte de Lenin (enero de 1924), Stalin defendió la dictadura del proletariado y desarrolló sus enseñanzas.
En un plazo histórico asombrosamente breve, en la URSS se creó una potente industria moderna y se pasó de la mísera producción agrícola individual con arados de madera a cooperativas (koljoses) y haciendas estatales (sovjoses) que reunían cada una el trabajo de cientos de campesinos dotados de maquinaria y técnica moderna. Terminaron con el analfabetismo que era del 75% y los hijos de los obreros y de los campesinos accedieron a la enseñanza politécnica y universitaria. Por primera vez en la historia de la humanidad una nación opresora, Rusia, fue organizada en un plano de igualdad jurídica con las naciones y pueblos oprimidos por el viejo imperio zarista. En la URSS se reconocieron 169 etnias en distintos niveles de estructuras estatales: Distritos Nacionales, Regiones Autónomas, Repúblicas Federadas y Repúblicas de la Unión. Esta primera experiencia, si bien deformada por el peso en la cultura y la hegemonía política, económica y militar rusa sobre el conjunto, significó un gran avance para estos pueblos. Algunos por primera vez lograron que la escritura de sus lenguas originarias fuera reconocida.
Mientras el capitalismo era sacudido por la gran crisis de 1929-33 y decenas de millones de trabajadores se hundían en la desocupación y la miseria, en la URSS, bajo la dirección del Partido Comunista encabezado por Stalin, se terminaba con la desocupación forzosa y se producía el gran salto cualitativo de la colectivización y la industrialización. Este salto a la modernidad no solo fue logrado en un tiempo increíblemente corto –diez años– sino también por un camino que liberaba a los trabajadores del yugo del capital y ayudaba a los demás pueblos en lucha por su emancipación nacional y social.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Stalin dirigió al Ejército Rojo y al pueblo soviético que derrotó al imperialismo nazi-fascista de Hitler, e impulsó que el Movimiento Comunista Internacional se constituyera en la fuerza principal y el centro de un gran movimiento mundial de Frente Único Antifascista. Luego dirigió la gigantesca movilización revolucionaria de las grandes masas obreras y campesinas que posibilitó el verdadero “milagro” de la reconstrucción soviética de posguerra, con un pueblo agotado, con miles de cuadros revolucionarios y comunistas, así como los mejores hijos de la clase obrera caídos en combate. En tres años los soviéticos lograron sobrepasar la producción industrial de la preguerra. Estos fueron los principales méritos de Stalin. Jerarquizar sus aciertos, no significa desconocer sus errores.
En su informe de proyecto de Constitución de la URSS en 1936, Stalin señaló que en la Unión Soviética habían desaparecido las clases explotadoras y que solo quedaban la clase obrera, el campesinado y la intelectualidad, cuyas diferencias tendían a desaparecer. Este a nuestro entender fue su error principal, porque llevó a considerar, erróneamente, que la lucha de clases ya no existía en la URSS, que el Estado bajo su conducción ya era estable y sólido, que la revolución proletaria era irreversible y que el Partido era monolítico. Se abandonó la lucha por continuar la transformación revolucionaria de las relaciones de producción, y se pusieron todos los esfuerzos en la producción, en los preparativos para enfrentar la guerra, subestimando la lucha política e ideológica. Aunque con las limitaciones impuestas por sus errores teóricos, Stalin polemizó en su último trabajo con la teoría que reduce la construcción de la sociedad comunista a la lucha por un gran desarrollo de las fuerzas productivas, y otras teorizaciones revisionistas que se impondrían luego del 20 Congreso del PCUS.
La restauración capitalista
Dentro de un proceso signado por un gran protagonismo de masas en la construcción, la guerra y la reconstrucción, contradictoriamente se fue negando la democracia grande de las masas y el centralismo democrático dentro del Partido. Al negar la existencia de la lucha de clases en la sociedad soviética, se ubicó que el peligro de la restauración capitalista sólo podía venir de afuera, de la intervención imperialista, y no se diferenciaron las contradicciones con el enemigo de las existentes en el seno del pueblo, como expresión de la lucha de clases en la sociedad. Esos errores en el abordaje de las contradicciones en el seno del Partido y en el seno del pueblo llevaron a ampliar el radio del golpe en la represión a los contrarrevolucionarios y también, a utilizar la represión en contradicciones no antagónicas en el Partido y en el seno del pueblo. También se pusieron de manifiesto rasgos chauvinistas y de exagerado nacionalismo gran ruso, en su política, agravados durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
Estos errores, en un complicado proceso, debilitaron la dictadura del proletariado e impidieron ver que los remanentes de las clases explotadoras se entrelazaban con una nueva capa burocrática privilegiada, que utilizaba sus posiciones en el Partido y en el Estado para consolidar y ampliar sus privilegios, lo que llevó a la conformación de una nueva burguesía.
El revisionismo moderno concentra sus ataques en Stalin, ocultando así su traición a la doctrina del marxismo-leninismo, doctrina que defendió Stalin, aun con sus errores. Al atacar a Stalin como a un individuo que tuvo un enorme poder dictatorial, como un criminal, el revisionismo jamás plantea el tema en términos de clase y de lucha de clases. Desliga el concepto de democracia del tipo de Estado y del contenido concreto de clase de éste. Así busca desacreditar a la dictadura del proletariado y desorientar a las masas ante un problema que escaparía a la lucha de clases, y por lo tanto ellas no podrían cambiar.
Al mismo tiempo los revisionistas buscan, con esa explicación, ocultar los errores reales del Partido Comunista de la URSS en épocas de Stalin, errores que facilitaron la restauración del capitalismo, y el surgimiento del socialfascismo y el socialimperialismo en la URSS.
Posteriormente, luego de la restauración capitalista en la URSS (1957) Mao Tsetung: retoma y desarrolla la concepción elaborada por Lenin, señalando que: “La sociedad socialista cubre una etapa histórica bastante larga; durante toda esta etapa histórica, aun después de cumplida en lo fundamental la transformación socialista del sistema de propiedad sobre los medios de producción, siguen existiendo tanto las clases como las contradicciones de clase y la lucha de clases; existe la lucha entre el camino socialista y el capitalista; existe el peligro de restauración capitalista y existe la amenaza de subversión y agresión por parte del imperialismo y el socialimperialismo”.
Conclusiones
La toma revolucionaria del poder por los bolcheviques permitiría resolver las cuestiones que no podía resolver un gobierno burgués por sus compromisos con los terratenientes y los imperialistas, demostrando que solo bajo la dirección revolucionaria del proletariado, con la revolución proletaria socialista, se podían cumplir los objetivos democráticos burgueses, de barrer todos los resabios medievales: la monarquía, los estamentos, las formas de propiedad y usufructo de la tierra, la situación de la mujer, la religión y la opresión de las nacionalidades. Tomen cualquiera de estos "establos de Augías", escribiría Lenin cuatro años después, "y verán que nosotros los hemos limpiado a fondo. En unas diez semanas, desde el 25 de octubre (7 de noviembre) de 1917 hasta que fue disuelta la Constituyente (5 de enero de 1918), hemos hecho en este terreno mil veces más que los liberales y demócratas pequeñoburgueses (mencheviques y socialistas revolucionarios) en los ocho meses que estuvieron en el poder”.
Bajo la dirección del proletariado, con la instauración del régimen soviético, la revolución democrática burguesa se transformó en revolución socialista proletaria, resolviendo de paso los problemas de la primera, como ninguna otra revolución lo había hecho antes en la historia de la humanidad. Los dirigentes de esas revoluciones habían prometido libertad, igualdad y fraternidad; habían prometido acabar con todos los privilegios y desigualdades de sexo, de religión, de razas, de nacionalidades, etc. Lo prometieron pero no lo cumplieron, por lo que ya había avizorado Babeuf en el transcurso de la Revolución Francesa de 1789 y sistematizaron Marx y Engels, en relación a la experiencia de las revoluciones europeas de 1848-1850: porque se los impedía el "respeto"... por la "sacrosanta propiedad privada". "En nuestra revolución proletaria –escribió Lenin– no existió ese maldito 'respeto' por ese tres veces maldito medioevo y por esa 'sacrosanta propiedad privada'." La consolidación de las conquistas democráticas para los pueblos de Rusia requería que la revolución avanzase hacia el socialismo, y la lucha proletaria revolucionaria determinó que la revolución socialista proletaria rebasara a la revolución democrática burguesa, demostrando que no había una muralla china entre ambas. "El régimen soviético –escribió Lenin– es precisamente una de las confirmaciones evidentes de esta transformación de una revolución en otra. Representa la máxima democracia para los obreros y los campesinos, y al mismo tiempo, la ruptura con la democracia burguesa, y la aparición de una nueva, la democracia proletaria o dictadura del proletariado, de proyecciones históricas universales".
Mucho se han esforzado los escribas de los terratenientes y de la burguesía y los revisionistas de todo pelaje, por quitarle esa trascendencia a la Revolución Rusa, desde decir que fue un accidente o un error, que la base económica no daba para ello, hasta aceptando que fue históricamente inevitable –como escribió hace 20 años Gorbachov (Clarín, 1º/11/97)– pero presentándola como intrínsecamente maligna pues conllevaba el terror revolucionario, algo "inmoral" desde la mentirosa moral terrateniente y burguesa, cuya única democracia que acepta es la que le permita perpetuar su sistema. Tampoco puede decirse que fue innecesaria, por la derrota sufrida 40 años después, pues como escribió Lenin a cuatro años del triunfo de la Revolución: "Solo la lucha decidirá en qué medida podremos (en fin de cuentas) avanzar, qué parte de nuestro elevado objetivo lograremos realizar y qué parte de nuestras victorias conseguiremos consolidar. Ya veremos. Pero desde ahora es evidente que –para un país arruinado, atormentado, atrasado– se ha hecho muchísimo en cuanto a la transformación socialista de la sociedad. (...) Nosotros hemos empezado. Poco importa saber cuándo, en qué plazo, los proletarios de qué nación llevarán las cosas a término. Lo importante es que se ha roto el hielo; que está abierto el camino e indicada la dirección".
Y en ese camino seguimos, desde el Partido Comunista Revolucionario de la Argentina, cuando faltan pocos meses para que se cumplan 50 años de nuestra fundación, trabajando para ser el estado mayor del proletariado y las masas populares en la lucha revolucionaria contra sus enemigos: el imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria, con el objetivo de conquistar el poder para realizar la revolución democrática-popular, agraria y antiimperialista en marcha ininterrumpida al socialismo; abriendo así el camino a nuestra meta final, la sociedad sin explotadores ni explotados: el comunismo. En esta Revolución el proletariado es la fuerza principal y dirigente. Su triunfo sólo será posible a condición de que el frente único de los sectores populares, patrióticos, democráticos y antiimperialistas basado en la alianza obrera-campesina y hegemonizado por el proletariado y su Partido, destruya a través de la insurrección armada del pueblo al Estado oligárquico imperialista y lo sustituya por un poder popular revolucionario. La lucha por la revolución en la Argentina se identifica y es parte de la lucha de todos los países de Latinoamérica, uniéndose así a la lucha del proletariado y las naciones y pueblos oprimidos de todo el mundo, en el camino del socialismo y el comunismo.
21 Seminario Internacional Problemas de la Revolución en América Latina. Julio 2017




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