Compañeros y
compañeras, partidos y organizaciones presentes en el 21º SEMINARIO
INTERNACIONAL PROBLEMAS DE LA REVOLUCIÓN EN AMÉRICA LATINA
Saludamos a los
camaradas del Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador por la
realización del Seminario Internacional, por sus esfuerzos para mantenerlo vivo
una vez más y también por recibirnos en su país de manera siempre tan
fraternal.
Nosotros
presentamos a los compañeros y compañeras nuestra ponencia acerca de la
contribución de la revolución socialista de octubre para la humanidad, en
particular por la derrota mundial del nazifascismo.
Partido
Comunista Revolucionario - Brasil
Compañeros y
compañeras
En el
capitalismo, las guerras son fruto de la competencia entre las clases
dominantes de diferentes naciones por el dominio del planeta. En la Primera
Guerra Mundial, se formaron dos bloques imperialistas opuestos: Triple Alianza
(Imperios Alemán, Austrohúngaro y Turco Otomano) y la Triple Entente (Imperios
Inglés, Francés y Ruso).
Algo nuevo, sin
embargo, surgió durante la Primera Guerra Mundial: la revolución socialista de
octubre de 1917, en Rusia; nueva decisión sucedía en el mundo, ahora dividido
en dos sistemas antagónicos: el capitalismo y el socialismo. Los bloques
capitalistas pasaron a tener un objetivo común: la destrucción del primer
Estado obrero-campesino de la historia, en vista de la restauración del
capitalismo en escala global. Fue con este propósito que el bloque vencedor invirtió
en la economía alemana mil millones de marcos en seis años (1924-1929).
Cuando el
nazismo se apodera de Alemania y explicita su intento de dominio mundial, las
potencias capitalistas dominantes no intentan combatirlo. Al contrario, cierran
los ojos a sus agresiones y hasta incentivan el monstruo nazi a dirigir su
ataque contra la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)
El plan de los
países capitalistas para destruir la patria de los sóviets
En 1939, la URSS
propuso a Inglaterra y Francia un pacto para acciones militares conjuntas si
los países del Eje (Alemania, Italia y Japón), bloque nazi fascista, iniciasen
la guerra en Europa. No hubo rechazo formal, pero ningún paso fue dado por
parte de los países capitalistas para concretar el pacto.
Al contrario,
Francia e Inglaterra sostuvieron con Alemania y Japón acuerdos de no agresión.
Dejada sola, en agosto de 1939, la URSS firmó con Alemania un tratado de no
agresión. Los dirigentes sabían que, tarde o temprano, Hitler rompería el
acuerdo, pero consiguieron ganar un tiempo valioso para transferir parte de sus
industrias para el este del gran territorio soviético, bien como reforzar su
capacidad de defensa militar.
De 1938 a 1941,
Hitler ocupó Austria, Checoslovaquia, Polonia, Bélgica, Holanda, Dinamarca,
Noruega, Grecia, Yugoslavia y, finalmente, Francia. En Europa central y
oriental, Alemania adquirió inmensa cantidad de material de combate, medios de
transporte, materias primas, materiales estratégicos y fuerza de trabajo,
volviéndose fuerte lo suficiente para atacar a la Unión Soviética.
En 1941, Hitler,
la bestia fascista, representando los intereses de los monopolios capitalistas,
intentó poner fin al socialismo invadiendo la Unión Soviética, incendiando
fábricas y plantíos, lanzando miles de bombas sobre la URSS y promoviendo la
mayor carnicería que el mundo haya visto. Pero el heroico Ejército Rojo,
dirigido por el Partido Comunista y por Stalin, apoyado por un pueblo libre, se
levantó contra la bestia nazi y la aplastó, liberando la humanidad del
fascismo.
La invasión
hitleriana fue despiadada. Fusilaban en masa a las personas (mujeres, niños,
adultos mayores), organizaban campos de muerte, deportaban para el trabajo
forzado en Alemania. Por donde pasaban, no dejaban piedra sobre piedra. ¡Era la
política del exterminio!
En respuesta, el
gobierno, el Partido Bolchevique y el pueblo soviético lanzaron la palabra de
orden: “¡Muerte a los invasores fascistas, al frente! ¡Todo para la victoria!”
A las filas del Ejército Rojo se integraron millones de hombres. Fueron creados
también varios regimientos de guerrilleros, contando con millones de
combatientes.
La dedicación y
bravura del pueblo soviético conmovieron al mundo y fueron decisivas para
romper la resistencia capitalista (EUA, Inglaterra, Francia). Se formó
finalmente el bloque aliado, antifascista, el frente único de los pueblos por
la paz y contra el fascismo.
Cayera por
tierra la idea de Hitler de que la ocupación de la URSS sería un paseo, una
“guerra relámpago”. Los nazis no imaginaban la resistencia que encontrarían en
las principales ciudades: Leningrado, Stalingrado, Kiev y Moscú, entre tantas.
Hombres, mujeres, adultos mayores y niños se levantaron como muralla
inexpugnable.
Los hechos del
pueblo soviético repercutieron en el mundo entero, llevando un periódico
burgués de los Estados Unidos, como el STAR, de Washington, a publicar: “Los
sucesos de Rusia en la lucha contra Alemania hitleriana revístense de gran
importancia no solamente para Moscú y el pueblo ruso, como también para
Washington, para el futuro de los Estados Unidos. La historia rendirá homenaje
a los rusos por haber suspendido la guerra relámpago, poniendo en fuga al
adversario”.
La batalla de
Stalingrado
En junio de
1942, los invasores avanzan, pero encuentran una barrera insalvable en
Stalingrado. Durante siete meses de combate, los invasores perdieron 700.000
soldados y oficiales, más de mil tanques, dos mil cañones y morteros, 1.400
aviones.
Los invasores
fueron destrozados, “cocinados en el caldero de Stalingrado”. En la derrota de
Stalingrado, los nazis perdieron 1,5 millones de soldados y oficiales. “… Del
punto de vista moral, la catástrofe que el ejército alemán sufrió en los
accesos de Stalingrado tuvo un efecto bajo el peso del cual él no pudo más
levantarse”. (La Segunda Guerra Mundial, B. Lideel Hart).
La batalla de
Stalingrado terminó en 2 de febrero de 1943 con la victoria de los comunistas y
marcó el giro en la Segunda Guerra y es considerada la mayor y más sangrienta
batalla de toda la historia.
Sobre ese
periodo, Stalin escribió: “El estado moral de nuestro ejército es superior al
del ejército alemán, pues él defiende la Patria contra los usurpadores
extranjeros y cree en la justeza de la propia causa, mientras que el ejército
alemán conduce una guerra expoliadora y pilla el país ajeno, no habiendo la
posibilidad de creer, por un minuto siquiera, en la justeza de su obra infame”.
A partir de
Stalingrado, fueron dadas las condiciones para que decenas de otras ciudades
por toda la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se liberasen
del yugo del enemigo en 1943 y 1944, lo que estableció las condiciones para la
expulsión definitiva de los invasores de la gran patria rusa.
Con todos estos
éxitos, la URSS preparó una gigantesca contraofensiva para liberar, en el
inicio de 1945, a los países del Este Europeo, una gran extensión geográfica
que abarca desde los países bañados por el Mar Báltico (Dinamarca, Suecia,
Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Alemania) hasta la región de
los Cárpatos (República Checa, Eslovaquia, Polonia, Rumanía y Ucrania). Un
importante factor para esa nueva victoria sobre los nazis fue el enorme apoyo
recibido por el Ejército Rojo de los pueblos oprimidos, en particular de los
combatientes de los partidos comunistas. Tras la liberación de estos países,
fueron establecidas las condiciones para que la URSS dirigiese sus energías
para la derrota final del nazi fascismo.
Después, sucedió
la victoria del Cáucaso y se inició el proceso de expulsión en masa de los
ocupantes nazis. “La Unión Soviética puede enorgullecerse de sus heroicas
victorias”, escribió el presidente de los EUA, Franklin Roosevelt, añadiendo:
“… los rusos matan más soldados enemigos y destruyen más armamentos que los
otros 25 estados de las Naciones Unidas en conjunto”.
El final de 1943
marca el giro en el frente soviético y en la Segunda Guerra en general. El
movimiento contra el nazi fascismo se consolidó y se amplió en todo el planeta.
En junio de
1944, con el ejército alemán abatido en todas las regiones de la URSS, las
tropas angloamericanas desembarcaron en el Norte de Francia, dando inicio al
frente occidental propuesto por el gobierno soviético desde el inicio de la
invasión.
Se puede decir
que a esas alturas la guerra estaba decidida, frente a la derrota alemana en
Rusia. El mismo Winston Churchill, primer ministro británico, reconoce el papel
fundamental de los soviéticos, en el discurso pronunciado en la Cámara de los
Comunes, en julio de 1944: “… Considero mi deber reconocer que Rusia moviliza y
golpea fuerzas muchísimo mayores que las enfrentadas por los aliados en el
Occidente, que, hace largos años, al precio de inmensas pérdidas, ella soporta
el principal fardo de la lucha en tierra”.
Un ejército
libertador: “¡Para Berlín!”
A pesar de las inmensas
pérdidas, el Ejército Rojo avanzó en el rastro de los alemanes por Europa
Oriental adentro, fustigando a los nazis y auxiliando a las fuerzas populares
de la resistencia a derrotar a los ocupantes y sus colaboradores internos.
Repúblicas democrático-populares fueron electas con los partidos comunistas al
frente en Polonia, Hungría, Yugoslavia, Checoslovaquia, Rumania y Bulgaria.
“¡Para Berlín!”
era la palabra de orden del ejército libertador. No fue un paseo. La
resistencia nazi, aunque debilitada, producía encarnizados y sangrientos
combates. Los rusos victoriosos no mataron, no pillaron, no se vengaron de los
crímenes cometidos por el ejército alemán en el suelo soviético. Al contrario,
alimentaron a los hambrientos, organizaron la asistencia médica, el
funcionamiento de los transportes, la distribución del agua y de energía
eléctrica.
A 2 de mayo de
1945, el Comando Supremo alemán firmó el acto de capitulación incondicional de
las fuerzas armadas, con la bandera de la URSS centelleando en el alto del
parlamento alemán, en Berlín. El día 09 de mayo, hubo un inmenso acto en Moscú
en conmemoración al fin de la Gran Guerra Patria (como los soviéticos
denominaron su participación en la Segunda Guerra Mundial) y, desde entonces,
hasta hoy, se celebra en Rusia esta fecha como el Día de la Victoria.
Los nombrados
países aliados, EUA e Inglaterra, aplazaron todo cuanto pudieron la ayuda
concreta a la URSS (que estaba combatiendo del lado oriental). Su objetivo era
desencadenar un segundo frente de guerra (del lado occidental) contra Alemania,
esperando que los soviéticos fuesen derrotados por los nazis. Viendo la
imposibilidad de su deseo hacerse realidad y temiendo que la URSS derrotase
sólo a los nazis-fascistas, apenas el 6 de junio de 1944 fue desencadenado el
Segundo Frente.
Este evento es
conocido en la historia como el desembarque en Normandía o el “Día D”.
Generalmente es presentado en diversos libros, revistas y películas
estadounidenses como el día determinante que garantizó el giro definitivo de la
guerra. De hecho, aunque haya sido importante el famoso Día D, las fuerzas
centrales del ejército nazi ya habían sido derrotadas por la URSS, que se
encontraba en plena marcha para Alemania, empujando de regreso a Berlín lo que
había quedado de las tropas nazis.
El Ejército Rojo
contribuyó todavía para la expulsión de los nazis de China, de Corea y derrota
de Japón. El sacrificio del pueblo soviético fue inestimable. Pero valió la
pena porque liberó la Humanidad de la bestia nazi. Fue también la victoria del
socialismo que salió de la Segunda Guerra triunfante en toda Europa Oriental y
en China.
El papel de
Stalin en la victoria
Para esta gran
victoria del Ejército Rojo fue fundamental el papel del camarada Stalin. Veamos
lo que dijo Aleksandr Mikhaylovich Vasilevsky, mariscal de la Unión Soviética y
Viceministro de Defensa durante la Segunda Guerra Mundial, acerca de la
conducta de Stalin durante toda la Guerra: “Stalin se formó como estratega. (…)
Tras la batalla de Stalingrado y particularmente la de Kursk, él se alzó al
máximo de la dirección estratégica. Stalin pasa a pensar manejando las
categorías de la guerra moderna,
él se
familiariza perfectamente con todas las cuestiones de la preparación y de la
ejecución de las operaciones. Él exige entonces que las operaciones militares
sean conducidas de forma creadora, dando cuenta plenamente de la ciencia
militar, que ellas sean enérgicas y maniobradas, teniendo por objeto el
desplazamiento y el cerco del enemigo. Su pensamiento militar manifiesta
nítidamente la tendencia a masificar las fuerzas y los medios, a hacer un
empleo diversificado de todas las variantes posibles del comienzo de las
operaciones y de su conducción. Stalin comienza a comprender bien no solo la
estrategia de la guerra, lo que le fue fácil, pues él poseía el maravilloso
arte de la estrategia política, sino también el arte operacional.” También el
mariscal Gueorgui Jukov, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Soviéticas
durante la Segunda Guerra Mundial, atribuyó grandes méritos a Stalin por la
victoria: “Fue a Joseph Stalin en persona que fueron atribuidas soluciones de
principio, en particular aquellas concernientes a los procesos de ataque de
artillería, la conquista del dominio aéreo, los métodos del cerco del enemigo,
el desplazamiento de los contingentes enemigos cercados y su destrucción
sucesiva por agrupamientos, etc. ”
Con la Guerra,
la URSS sufrió pérdidas enormes: 25 millones de soviéticos murieron, gran parte
de ellos, miembros del Partido Comunista. Prácticamente, el pueblo soviético
tuvo que comenzar todo de nuevo. Y consiguió. Fueron confirmadas así las
palabas de V.I. Lenin: “Jamás se podrá vencer un pueblo en que la mayoría de
los obreros y los campesinos saben, sienten y ven que defienden a su Poder
Soviético, el poder de los trabajadores; que defienden una causa cuya victoria
asegura a ellos y a sus hijos la posibilidad de disfrutar de todos los
beneficios de la cultura, de todo lo que fue creado por el trabajo humano”.
(V.I. Lenin, Obras Completas, t. XXIX)
¡Viva la Revolución
Socialista de Octubre!
¡Viva el
Seminario Internacional!
¡Viva la unidad
de los revolucionarios latinoamericanos!
Comité Central
del Partido Comunista Revolucionario – Brasil
21 Seminario
Internacional Problemas de la Revolución en América Latina. Julio/ 2017
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